3 poesías que transportan, Rafael Alberti

3 poesías que transportan, Rafael Alberti

 

«De un momento a otro». Hace falta estar ciego.

Hace falta estar ciego,

tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,

cal viva,

arena hirviendo,

para no ver la luz que salta en nuestros actos,

que ilumina por dentro nuestra lengua,

nuestra diaria palabra.

Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,

sin participación en los himnos futuros,

sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado

sombrío de la Tierra.

Hace falta querer ya en vida ser pasado,

obstáculo sangriento,

cosa muerta,

seco olvido.

 

«Marinero en Tierra». Malva-Luna-de-Yelo.

Las floridas espadas ya en la nieve,

y los cabellos de marfil al viento.

Agua muerta en la sien, el pensamiento

color halo de luna cuando llueve.

¡Oh, qué clamor bajo el seno breve,

qué palma al aire el solitario aliento!

¡Qué temprano, cogido al firmamento,

el pie descalzo, que a morir se atreve!

Brazos de mar, en cruz, sobre la helada

bandeja de la noche; senos fríos,

de donde surte, yerta, la alborada;

¡oh piernas como dos celestes ríos,

Malva-luna-de-yelo, amortajada

bajo los mares de los ojos míos!

 

«A la Pintura». Zurbarán.

Ni el humo, ni el pavor, ni la neblina.

Lejos de aquí ese aliento que destruye.

Una luz en los huesos determina

y con la sombra cómplice construye.

Pensativa sustancia la pintura,

paraliza de luz la arquitectura.

 

Meditación del sueño, memorable

visión real que en éxtasis domeña;

severo cielo, tierra razonable

de pan cortado, vino y estameña.

El pincel, la paleta, todo es frente,

médula todo, pensativamente.

 

Piensa el tabique, piensa el pergamino

del volumen que alumbra la madera;

el pan se abstrae y se ensimisma el vino

sobre el mantel que enclaustra  la arpillera.

Y es el membrillo un pensamiento puro

que concentra el frutero en claroscuro.

 

Ora el plato, y la jarra, de sencilla,

humildemente persevera muda,

y el orden que descansa en la vajilla

se reposa en la luz que la desnuda.

Todo el callado refectorio reza

una oración que exalta la certeza.

 

La nube es un soporte, es una baja

plataforma celeste suspendida,

donde un arcángel albañil trabaja,

roto el muro, en mostrar que hay otra vida.

Mas lo que muestra es siempre una andamiaje

para enganchar en pliegues el ropaje.

 

Rudo amante del lienzo, recia llama

que blanquecinamente tabletea,

telar del hilo de la flor en rama,

pincel que teje, aguja que tornea.

Nunca la línea revistió más peso

ni el alma paño vivo en carne y hueso.

 

Fe que da el barro, mística terrena

que el color de la arcilla sube al cielo;

mano real que al ser humano ordena

mirarse ante el divino paralelo.

La gloria abierta, el monje se extasía

al ver volar la misma alfarería.

 

Pintor de Extremadura, en ti se extrema,

dura y fatal, la lidia por la forma.

El pan que cuece tu obrador se quema

en el frío troquel que lo conforma.

Gire en tu eternidad la disciplina

de una circunferencia cristalina.

Acerca de Sonia Molinero Martín

Escritora, Redactora Digital y Consultora Literaria. Siempre he querido empezar con este viaje, mi pasión crónica por escribir es la que me trajo hasta aquí y ya no pienso bajarme de este tren...
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