Reflexiones de Dolor – Rimas y desesperación

Reflexiones de Dolor – Rimas y desesperación

Si buscas reflexiones de dolor porque estás pasando un época extraña fíjate en lo que he encontrado.

Buscando autores desconocidos para mi hasta ahora, llegué a Esteban Echeverria.

Este poeta pionero del romanticismo argentino me enganchó de inmediato, y he querido compartir sus rimas contigo si estás buscando reflexiones de dolor que alivien el tuyo 🙂 .

Espero poder acompañarte dignamente en estos momentos (cualesquiera que sea la causa de tu dolor) ya que se que muchas veces solo las palabras exactas ayudan en este estado.

Sinceramente decirte que encontrarás en ellas mucha reflexión y sobre todo hallarás un en este poema un refugio para soñar despierto y sonreír a ese dolor extraño que muchas veces nos acucia…

Espero que así sea.

Reflexiones de dolor en verso (con un toque romántico)

Estos versos líricos los he visto únicos y bellísimos.

Ahora verás a lo que me refiero ya que son de tal intensidad que te planteas dónde esta esa delgada línea y ese umbral del dolor que tantas veces atravesamos…

Espero que los valores por su calidez y belleza, puedes escoger algunas estrofas por separado ya que el poema es bastante extenso 😉 . Aún así, no perderán potencia ni coherencia estas reflexiones de dolor en forma de rimas que encierran mucho misterio.

Comienza el poema con unas palabras recogidas en la biblia a modo de prólogo:

«Nada se hace en la tierra sin motivo, y de la tierra no nace el dolor.

Las cosas, que antes no quería tocar mi alma, ahora por la congoja son mi comida. Job»

Himno al dolor

Devora fiera insaciable,

monstruo, o demonio execrable,

que avasallas la creación;

devora como lo has hecho,

si no te hallas satisfecho,

con furor aún más deshecho,

mi robusto corazón.

 

Cebe, cebe en mis entrañas,

con más rencorosas sañas

tu furia al diente voraz;

y en ellas continuo asida,

como el cáncer a la herida,

lo que resta de vida

consuma en su afán tenaz.

 

Roe, roe; – tu constancia

no abatirá mi arrogancia,

ni mi orgullo tu furor.

Nada, nada desconhorta

un corazón que conforta

alma grande, a quien importa

poco, placer, mundo, amor.

 

Roe, roe, y en mi seno

tu mortífero veneno

derrama:- no he de gemir;

y cual Jacob, sin testigo,

contra el ángel enemigo,

lucharé firme contigo

hasta vencer o morir.

 

No temas, no, que me espante

tu fuerza y poder gigante,

aunque frágil caña soy.

Mi alma es símil a la roca

cuya frente al cielo toca,

y la tempestad provoca

siendo mañana, lo que hoy.

 

Hollada la sierpe, vibra

su dardo, y hiere y se libra

del villano pie veloz;

o sobre el tigre, enroscando

su flexible cuerpo blando

lucha incansable, burlando

su instinto y saña feroz.

 

Devora: – tu fiero brío

yo provoco y desafío

armado de mi razón;

yo masa de vil arcilla,

yo flor que un soplo amancilla,

trama débil y sencilla,

despojo de la creación.

 

Yo miserable gusano,

luz que alienta efluvio vano,

insecto, chispa mortal;

yo, menos que un ente aerio

yo, esclavo de tu imperio,

yo polvo, nada, misterio…

Nacido en hora fatal.

 

Yo te provoco: – descarga

sobre mí con mano larga

tus iras:- yo callaré;

y sellando como el sabio

a toda queja mi labio,

cual firme monte a tu agravio

inmoble siempre estaré.

 

Yo te provoco: – Dios eres

Dios terrible que a los seres

impones tu dura ley;

Dios que su furia sedienta

con gemidos alimenta,

como el oso su cruenta

zarpa en indefensa grey.

 

Dios inexorable y fuerte

que divides con la muerte

el vasto imperio del mal;

desde que el hombre perverso,

en oscuro día adverso,

fue lanzado al universo

del crimen con la señal.

 

Yo te provoco: – al infierno

pide su penar eterno

su angustia y noche sin fin;

su exquisito sentimiento,

el vivaz remordimiento,

la congoja y el tormento

del soberbio serafín.

 

Pídele con sus delirios

sus indecibles martirios,

el hielo y llama voraz;

la sed, la rabia y despechos

de los más précitos pechos,

y aquellos marmóreos lechos

donde no hay sueño ni solaz.

 

Pídele también a la tierra

cuantos dolores encierra,

cuanto ha, y debe padecer;

y sobre mí con violencia

lanza toda su inclemencia:

que de mi alma la excelencia

no se dejará vencer.

 

Yo te provoco: – cuantos años

los tormentos más extraños

probaste iracundo en mí;

agotando de mi vida,

de mi juventud florida

la fuente excelsa, que henchida

de un mundo de glorias vi.

 

Yo te provoco: – cuatro años

de mil y mil desengaños

me hiciste apurar la hiel;

y en un páramo desierto,

donde todo era negro y yerto,

me dejaste al descubierto

presa de borrasca cruel.

 

Yo te provoco: – tu mano

de mis fatigas temprano

la copiosa mies cegó,

dejándome los abrojos,

para doblar mis enojos,

y el recuerdo y los despojos

de un tiempo feliz que huyó.

 

Yo te provoco: – ¿qué males,

qué ansias o penas fatales

me podrán sobrevenir,

que no haya firme sufrido?

¿Qué pasión no habré sentido?

¿Qué idea no habré podido

grande o noble concebir?

 

Mi espíritu en su carrera

ha recorrido la esfera

de los terrestre y lo ideal;

visto su forma desnuda

y sondado sin ayuda

los abismos de la duda,

del bien, la vida y el mal.

 

Cuando los otros insanos

a pasatiempos livianos

al juvenil brío dan;

y en la labio la sonrisa,

con inquietud indecisa,

flores de la vida a prisa

deshojando torpes van.

 

Mi corazón de tormentas

desatadas y violentas

sufrido había el rigor;

y laso en un solo día,

muerto al placer y alegría,

dicho, en su congoja, había

adiós eterno de amor.

 

En la edad en que sin tino

del error por el camino

mueve tropezando el pie

la turba insana, y apura,

sumida en tiniebla oscura,

del placer la copa impura

que vacía siempre ve:

 

ya mi espíritu ambicioso

para su ardor generoso

buscaba un nuevo manjar;

y en sus vuelos soberanos,

libre de lazos mundanos,

de la creación los arcanos

osaba altivo indagar.

 

Como en un espejo terso,

reflejaba el universo

sus maravillas en él;

nada, nada se encubría

a la inteligencia mía,

y mi ardiente fantasía

era un mágico pincel.

 

Gloria, gloria era el acento

que en el cielo, tierra y viento

yo escuchaba resonar;

gloria mi pecho exhalaba,

gloria durmiendo soñaba,

y su fantasma miraba

do quier como astro brillar.

 

Ella me llevara ufano

a contemplar el Océano

el tempestuoso furor;

ella entre cultas naciones

a buscar dignas lecciones

de graves meditaciones;

nuevo alimento a mi ardor.

 

¿Dónde se fue tanto sueño,

porvenir tan halagüeño,

tanta sublime pasión?

¡Dolor impío! – Triunfante

tu brazo asoló pujante,

el edificio gigante,

que labrara mi ambición.

 

Tú agotando, poco a poco,

has ido el ardiente foco

de luz que mi alma abrigó;

y  con tu soplo de muerte

convirtiendo en masa inerte

una edad joven y fuerte,

que mil frutos prometió.

 

¿Qué esperanza me has dejado,

qué idea no has sofocado

en mi espíritu al nacer?

¿Qué pasión o sentimiento

no me ha trocado en tormento?

¿Qué amor o contentamiento

en hastío o desplacer?

 

¿Qué ilusión o dulce engaño

en funesto desengaño?

¿Qué dicha en triste pesar?

¿De qué angustia no has cercado

mi corazón desolado?

¿Qué lágrima no has helado

en mis ojos al brotar?

 

Nobles y grandes pasiones,

pensamientos y visiones

sublimes, gran porvenir;

estudio, vigilias largas,

siempre fastidiosas cargas

para débil cuerpo, amargas

horas de oscuro vivir,

 

y de frío desaliento; –

todo, todo en un momento

¡oh inescrutable Dolor!

para mi estéril ha sido,

grano en el agua esparcido;

y en fuente lo has convertido

de despecho y amargor.

 

¿Qué aflicción o desventura

podrá parecerme dura?

¿Qué puedes robarme ya?

¿Qué placer del mundo activo

puede tener atractivo

para mi pensar esquivo?

¿Qué llenar mi alma podrá?

 

Ven, ven ¡oh Dolor terrible!

De tu poder invisible

haz un nuevo ensayo en mí;

verás que un alma arrogante

es como el duro diamante,

que siempre brilla flamante

sin admitir mancha en sí.

 

Ven ¡oh Dolor! en silencio;

ven, pues ya te reverencio

como a genio bienhechor,

que mueve influjo divino;

no cual numen previno

inexorable destino

para venganza y terror.

 

Como animando a la tierra

al aire impuro destierra

con su ardiente rayo el sol;

así tú, ¡oh Dolor fecundo!

lacerando el cuerpo inmundo,

que se ase reptil al mundo,

ere del alma el crisol.

 

Tu intensa llama le aplicas,

la limpias y purificas

de la escoria material;

sublimando la excelencia

de su peregrina esencia,

hasta darle una potencia

divina, excelsa, inmortal.

 

Tú pruebas su fortaleza,

su constancia y su grandeza

en el yunque del sufrir;

el triunfo glorificando

del que contigo luchando

sufre y calla, sofocando

de sus huesos el gemir.

 

Sin tu influjo, el hombre henchido

de vanidad, sumergido

yace en el mar del placer;

y cree en su delirio ufano,

cuando se arrastra gusano,

tierra y cielo soberano

sujetar a su poder.

 

Ven, que tal vez atesora

alguna fibra sonora

mi pecho aun lleno de ardor;

que a tu inhumana porfía

exhalará una armonía

capaz de darme alegría,

y de vencerte ¡oh Dolor!

 

Ven luego; que una alma noble

firme, incontrastable, inmoble

es contra la adversidad;

como el Océano sublime

que de ley común se exime,

y en cuya frente no imprime

mancilla el tiempo, ni edad.

 

Septiembre, 1834


Espero que estas reflexiones de dolor te hayan parecido tan interesantes y bellas como a mí, comparte por tus redes sociales si crees que pueden gustarle a otras personas 😉 .

Acerca de Sonia Molinero Martín

Escritora, Redactora Digital y Consultora Literaria. Siempre he querido empezar con este viaje, mi pasión crónica por escribir es la que me trajo hasta aquí y ya no pienso bajarme de este tren...
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