Algunos Poemas de Pablo Neruda

Algunos Poemas de Pablo Neruda

No quería quedarme sin hacer un pequeño homenaje a un gran poeta, quería compartir contigo algunos Poemas de Pablo Neruda que son bastante especiales…

Estos últimos días, he llevado encima sus «Navegaciones» que me han acompañado en los pequeños viajes en lo que me he sumergido sola.

Libro en mano, hoy comparto contigo sus versos. Estoy segura de que estés donde estés, los encontrarás reconfortantes.

A mi me hacen temblar desde los cimientos, me resuenan tan hondo y tan adentro, que cuando los leo automáticamente me alimentan y me ayudan también a escribir…

La Poesía

La poesía tiene que caminar en la oscuridad y encontrarse con el corazón del hombre, con los ojos de la mujer, con los desconocidos de las calles, de los que a cierta hora crepuscular, o en plena noche estrellada, necesitan aunque sea no más que un solo verso…

Esa visita a lo imprevisto vale todo lo andado, todo lo leído, todo lo aprendido… Hay que perderse entre los que no conocemos para que de pronto recojan lo nuestro de la calle, de la arena, de las hojas caídas mil años en el mismo bosque… y tomen tiernamente ese objeto que hicimos nosotros… Sólo entonces seremos verdaderos poetas… En ese objeto vivirá la poesía…

Y FUE a esa edad… Llegó la poesía

a buscarme. No sé, no sé dónde

salió, de invierno o río.

No sé cómo ni cuándo,

no, no eran voces, no eran

palabras, ni silencio,

pero desde una calle me llamaba,

desde ramas de la noche,

de pronto entre los otros,

entre fuegos violentos

o regresando solo,

allí estaba sin rosto

y me tocaba.

 

Yo no sabía qué decir, mi boca

no sabía

nombrar,

mis ojos eran ciegos,

y algo golpeaba en mi alma,

fiebre o alas perdidas,

y me fui haciendo solo,

descifrando

aquella quemadura,

y escribí la primera línea vaga,

sin cuerpo, pura,

tontería,

pura sabiduría

del que no sabe nada,

y vi de pronto

el cielo

desgranado

y abierto,

planetas,

plantaciones palpitantes,

la sombra perforada,

acribillada

por flechas, fuegos y flores,

la noche arrolladora, el universo.

 

Y yo, mínimo ser,

ebrio del gran vacío

constelado,

a semejanza, a imagen

del misterio,

me sentí parte pura

del abismo,

rodé con las estrellas,

mi corazón se desató en el viento.

 

Oda a la tipografía

Letras largas, severas,

verticales,

hechas

de línea

pura,

erguidas

como el mástil

del navío

en medio

de la página

llena

de confusión y turbulencia,

Bodonis

algebraicos,

letras

cabales,

finas

como lebreles,

sometidas

al rectángulo blanco

de la geometría,

vocales

elzeviras

acuñadas

en el menudo acero

del taller junto al agua,

en Flandes, en el Norte

acanalado,

cifras

del ancla,

caracteres de Aldus,

firmes como

la estatua

marina

de Venecia

en cuyas aguas madres,

como vela

inclinada,

navega la cursiva

curvando el alfabeto:

el aire

de los descubridores

oceánicos

agachó

para siempre el perfil de la escritura.

Desde

las manos medioevales

avanzó hasta tus ojos

esta

N

este 8

doble

esta

J

esta

R

de rey y de rocío.

Allí

se trabajaron

como si fueran

dientes, uñas,

metálicos martillos

del idioma.

Golpearon cada letra,

la erigieron,

pequeña estatua negra

en la blancura,

pétalo

o pie estrellado

del pensamiento que tomaba forma

del caudaloso río

y que el mar de los pueblos navegaba

con todo

el alfabeto

iluminando

la desembocadura.

El corazón, los ojos

de los hombres

se llenaron de letras,

de mensajes,

de palabras,

y el viento pasajero

o permanente

levantó libros

locos

o sagrados.

Debajo

de las nuevas pirámides escritas

la letra

estaba viva,

el alfabeto ardiendo,

las vocales,

las consonantes como

flores curvas.

Los ojos

del papel, los que miraron

a los hombres

buscando

sus regalos,

su historia, sus amores,

extendiendo

el tesoro

acumulado,

esparciendo de pronto

la lentitud de la sabiduría

sobre la mesa

como una baraja,

todo

el humus

secreto

de los siglos,

el canto, la memoria,

la revuelta,

la parábola ciega,

de pronto

fueron

fecundidad,

granero,

letras,

letras

que caminaron

y encendieron,

letras

que navegaron

y vencieron,

letras que despertaron

y subieron,

letras

que libertaron,

letras

en forma de paloma

que volaron,

letras

rojas sobre la nieve ,

puntuaciones,

caminos,

edificios

de letras

y Villon y Berceo,

trovadores

de la memoria

apenas

escrita sobre el cuero

como sobre el tambor

de la batalla,

llegaron

a la espaciosa nave

de los libros,

a la tipografía

navegante.

 

Pero

la letra

no fue sólo belleza,

sino vida,

fue paz para el soldado,

bajó a las soledades

de la mina

y el minero

leyó

el volante duro

y clandestino,

lo ocultó en los repliegues

del secreto

corazón

y arriba,

sobre la tierra,

fue otro

y otra

fue su palabra.

 

La letra

fue la madre

de las nuevas banderas,

las letras

procrearon

terrestres

y el canto, el himno ardiente

que reúne

a los pueblos,

de

una

letra

agregada

a otra

letra

y a otra,

de pueblo a pueblo fue sobrellevando

su autoridad sonora

y creció en la garganta de los hombres

hasta imponer la claridad del canto.

 

Pero,

tipografía,

déjame

celebrarte

en la pureza

de tus

puros perfiles,

en la redoma

de la letra

O,

en el fresco

florero

de la

Y

griega,

en la

Q

de Quevedo,

(¿cómo puede pasar

mi poesía

frente a esa letra

sin sentir el antiguo escalofrío

del sabio moribundo?),

a la azucena

milti

multiplicada

de la

V

de la victoria,

en la

E

escalonada,

para subir al cielo,

en la

Z

con su rostro de rayo,

en la P

anaranjada.

 

Amor,

amo

las letras

de tu pelo,

la

U

de tu mirada,

las

S

de tu talle.

 

En las hojas

de la joven primavera

relumbra el alfabeto

diamantino,

las esmeraldas

escriben tu nombre

con iniciales frescas de rocío.

Mi amor,

tu cabellera

profunda

como selva o diccionario

me cubre

con su tonalidad

de idioma

rojo.

 

En todo,

en la estela

del gusano

se lee,

en la rosa se lee,

las raíces

están llenas de letras

retorcidas

por la humedad del bosque

y en el cielo

de Isla Negra, en la noche,

leo,

leo

en el firmamento frío

de la costa,

intenso,

diáfano de hermosura,

desplegado,

con estrellas capitales

y minúsculas

y exclamaciones

de diamante helado,

leo, leo

en la noche de Chile

austral, perdido

en las celestes soledades

del cielo,

como en un libro

leo

todas

las aventuras

y en la hierba

leo,

leo

la verde, la arenosa

tipografía

de la tierra agreste,

leo

los navíos, los rostros

y las manos,

leo

tu corazón

en donde

viven

entrelazados

la inicial

provinciana

de tu nombre

y

el arrecife

de mis apellidos.

 

Leo

tu frente,

leo

tu cabellera

y en el jazmín

las letras

escondidas

elevan

la incesante

primavera

hasta que yo descifro

la enterrada

puntuación

de la amapola

y la letra

escarlata

del estío:

son las exactas flores de mi canto.

 

Pero,

cuando

despliega

sus rosales

la escritura,

la letra

su esencial

jardinería

cuando lees

las viejas y las nuevas

palabras, las verdades

y las exploraciones,

te pido

un pensamiento

para el que las ordena

y las levanta,

para el que para

el tipo,

para el linotipista

con su lámpara

como un piloto

sobre

las olas del lenguaje

ordenando

los vientos y la espuma,

la sombra y las estrellas

en el libro:

el hombre

y el acero

una vez más reunidos

contra el ala nocturna

del misterio,

navegando,

horadando,

componiendo.

 

Tipografía,

soy

sólo un poeta

y eres

el florido

juego de la razón,

el movimiento

de los alfiles

de la inteligencia.

No descansas

de noche

ni en invierno,

circulas

en la venas

de nuestra

anatomía

y si duermes

volando

durante

alguna noche o huelga

o fatiga o ruptura

de linotopia

bajas de nuevo al libro

o al periódico

como nube

de pájaros al nido.

Regresas

al sistema,

al orden

inapelable

de la inteligencia.

 

Letras,

seguid cayendo

como preciosa lluvia

en mi camino.

Letras de todo

lo que vive

y muere,

letras de luz, de luna,

de silencio,

de agua,

os amo,

y en vosotras

recojo

no sólo el pensamiento

y el combate,

sino vuestros vestidos,

sentidos

y sonidos:

A

de gloriosa avena,

T

de trigo y de torre

y

M

como tu nombre

de manzana.


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Acerca de Sonia Molinero Martín

Escritora, Redactora Digital y Consultora Literaria. Siempre he querido empezar con este viaje, mi pasión crónica por escribir es la que me trajo hasta aquí y ya no pienso bajarme de este tren...
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