Hace muy poquito descubrí un papel antiguo que tenía guardado en el olvido.
Hacía mucho tiempo que no miraba en el fondo del baúl.
Estaba amarillento, roto, con tachones e incoherencias. Lo reconocí al instante.
Ese era un poema que escribí de niña, una poesía que me obligó a soltarla en un rincón cualquiera de un hospital en Madrid.
No sabía si compartirla, porque veía que faltaban cosas, estaba inconexa y no se si habrá quedado como pensé entonces.
Pero así nació y aquí la dejo…
Yo era una niña de apenas 10 años, con unos pocos folios y un lapicero, que encontraba refugio en cualquier instante para escribir o recitar.
Y aquel día me inspiré entre pasillos y camillas, para dar paso a un pequeño torrente de palabras que tenía que plasmar en alguna parte.
Eres aquel árbol
Árbol del aire que lloras callado,
ramas melosas ciñendo tu cuerpo,
lenta caída en tu vida muestran,
de un fluir temprano en tu bajo suelo…
Profundo enredo bajo tu figura,
en colores pálidos, que son tus huesos,
sostenerte pueden, pero a veces fallan,
sin decir palabra, sin mentar un gesto.
¡Ya desfallecen tus ramas gritando en pena!
y algunas de tus hojas sin aliento,
descienden rozando sin hacer ruido,
por tu débil cuerpo, por tu anciano pecho…
Dulce prisión de tu sangre verde,
que aprieta tu alma con sus finos dedos,
circula en tu adentro, durmiendo en tu cara,
plisando tu piel y tiñendo tu pelo.
Ahí arriba la vida pasa,
y aquí abajo se consume el tiempo.
Y al igual que la muerte se arrastra en la tierra,
subirá hoy volando a dejarte en el cielo.
Comparte esta poesía con los tuyos o cuéntame abajo, en el área de comentarios, qué te parece y si te ha gustado…
Yo estaré encantada y por supuesto, muy agradecida.
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